Se
tratan varios problemas simples, algunos
de los cuales nos pueden hacer la vida miserable.
Están escritos en un español
fácil de entender y con cierta ironía.
Usted pasará un buen rato leyéndolos
y le pueden ser de utilidad, pero en cualquier
caso consulte antes con su médico
antes de intentar llevar a cabo algún
consejo o comentario.
Es
corriente que todos opinemos sobre medicina
y tal vez mi caso no sea excepcional. Sin
embargo, necesito explicarlo. A los 13 años
pasé seis meses en cama y convaleciendo
y conseguí sobrevivir contra todo
pronóstico. Pero la despreocupación,
error o lo que sea del médico cirujano
me hizo pasar otros seis meses en cama cuando
tenía 14 años. Y otros seis
meses cuando tenía 15 años.
Y como secuelas otros 18 meses entre cama
y convaleciente cuando tenía 16 y
17 años. Total que pasé en
cama la parte más importante de la
formación social. Fue entonces cuando
empecé a leer sobre otros métodos
empezando por “La Cura por el Espíritu”
de Stephan Zweig”, que ví en
la Librería Medrano, de Ávila
y del que Castor Sánchez Iglesias
me advirtió que leerlo podía
hacerme cambiar algunos conceptos. Efectivamente
desde entonces me he preocupado de la influencia
de la mente en los procesos Fisiológicos
y en las enfermedades. Como complemento
a ser católico, me intereso mucho
por la doctrina budista (dar sin esperar
nada) y sobre el aspecto del dominio de
la mente sobre el cuerpo. La formación
que se denomina comunista (que luego no
lo es), y que estableció el comunismo
en muchos países, en Mongolia destrozó
y expolió casi todos sus monasterios
budistas; había unos 700 y quedaron
5. De éstos he visitado tres y me
gustaría pasar en uno de ellos un
mes, algo que siempre he deseado. También
mataron a 70.000 monjes budistas y se “cargaron”
al 10 por 100 de la población, cosa
corriente también en otros países
bajo la mencionada formación.
Lo que expreso no significa que esté
en contra de los médicos, aunque
un error de uno de ellos me dejó
huérfano de madre para toda la vida
cuando tenia 10 años de edad. Pero
también algunos me han salvado la
vida, como Don Manuel Elvira, de Ávila.